por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín,
al caer la tarde?...
Miro
en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo...
¿La ventana estaba abierta?
¿Yo no me había dormido?
¿El jardín no estaba verde
de luna?... El cielo era limpio
y azul... Y hay nubes y viento
y el jardín está sombrío...
Creo que mi barba era
negra... Yo estaba vestido
de gris... Y mi barba es blanca
y estoy enlutado... ¿Es mío
este andar? ¿Tiene esta voz,
que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?
¿Soy yo, o soy el mendigo
que rondaba mi jardín,
al caer la tarde?...
Miro
en torno... Hay nubes y viento...
El jardín está sombrío...
...Y voy y vengo... ¿Es que yo
no me había ya dormido?
Mi barba está blanca... Y todo
es lo mismo y no es lo mismo.
La obra de Juan Ramón Jiménez es tan extensa, que es probable que muchos desconozcan algunos poemas maravillosos a los que su acción creadora dio lugar.
Uno de esos poemas, el que os presentamos hoy en el blog, se puede encontrar en Jardines Lejanos, un libro publicado en 1904, cuando el poeta contaba tan sólo con 23 años. Es un libro perteneciente a su primera fase creadora, denominada por los críticos etapa sensitiva.
Sin embargo, lo cierto es que este poema, aunque comparta tema y atmósfera con otros de Jardines Lejanos, es completamente extraordinario y único. La complejidad del ser, el enigma de la identidad, el cuestionamiento de lo real no son en verdad temas tratados en el poema, sino que son el poema mismo. Las palabras, el ritmo de los versos que se suceden, la cadencia de los silencios, las imágenes que se transforman... todo en el poema se funde para crear una especie de hechizo que abre un espacio en el que se encarna lo desconocido de uno mismo y de la realidad vivida.
Como anécdota, este poema es de los pocos que aparecen en la saga de Carlos Castaneda, comentado por Don Juan.
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Poema interpretado por el grupo escénico Banda aparte para la poesía en su actuación Poemas representables en Casa del Libro el día 8 de noviembre.